Consecuencia de la escasa redituabilidad del resto de los cultivos, el maíz ha cobrado auge en los últimos tres años.

Sus dos fechas de siembra definidas, de otoño-invierno (20 de agosto al 30 de noviembre) y de invierno primavera (20 de enero al 15 de marzo) han sido trastocadas para dar paso a siembras continuas de maíz, prácticamente durante todo el año.

Nadie que siembre maíz, sin embargo, desconoce que establecer el cultivo fuera de los períodos citados tienen riesgos, además de la tendencia natural de las plantas hacia un menor potencial productivo.

Por ejemplo, mientras el potencial de un híbrido es de 98 por ciento cuando se siembra la primera quincena de octubre, el mismo material ofrece apenas el 46 por ciento al sembrarse entre el 15 de mayo y el 15 de junio, como consecuencia de la alta presión a la que se someten las plantas por las altas temperaturas, que acortan el ciclo vegetativo.

Pero al no haber otras alternativas, el maíz seguirá sembrándose en función del beneficio económico, más que por el comportamiento agronómico, pues a pesar de que se sabe por estudios formales que en los meses de abril, mayo, junio y julio los rendimientos son los más bajos de todo el año, sembrarlo aun en esas fechas resulta más redituable que otras especies tradicionales del verano, como soya o arroz.

Sin embargo, la fecha de siembra del maíz debe elegirse, entre otras, de acuerdo a las siguientes consideraciones:

  • Rendimiento deseado
  • Rotación de cultivos a seguir
  • Producción para venta en elote o grano
  • Riesgos de producción en cuanto a: coincidencia de lluvias y ciclones en las etapas de desarrollo inicial, floración o cosecha, así como ocurrencia de heladas en las etapas críticas de desarrollo del cultivo.

Desde el punto de vista de riesgo, estas condiciones influyen para que las empresas aseguradoras acepten o rechacen una cobertura.

De acuerdo con la publicación Tecnología para Producir Maíz en los Sistemas Agrícolas del Valle del Fuerte, de la SARH, cuyo autor es el Ing. José Luis Mendoza Robles, las siguientes son las implicaciones de cada una de las fechas de siembra, a lo largo del año en el norte de Sinaloa.

Siembras del 15 de enero. 56 por ciento de rendimiento relativo; 180 días de siembra a cosecha, aproximadamente y posibilidad de establecer rotación con maíz de verano.

Siembras del 15 de febrero. 66 por ciento de rendimiento relativo; 165 días a cosecha, aproximadamente; posibilidad de rotación con frijol, hortalizas y maíz en verano y otoño-invierno. Cosecha en época de lluvia; incidencia de plagas en el desarrollo inicial y vegetativo.

Siembras del 15 de marzo. 62 por ciento de rendimiento relativo; 160 días de siembra a cosecha, aproximadamente; rotación con frijol, hortalizas y maíz de otoño-invierno; riesgo de deshidratación de polen por las altas temperaturas; cosecha en temporada de lluvias; incidencia de plagas en el desarrollo inicial y vegetativo.

Siembras del 15 de abril. 52 por ciento de rendimiento relativo. 150 días a cosecha, aproximadamente; rotación con frijol, hortalizas y maíz de otoño-invierno, riesgo de deshidratación de polen por altas temperaturas; cosecha en época de lluvias.

Siembras del 15 de mayo. 46 por ciento de rendimiento relativo; 140 días a cosecha, aproximadamente; rotación con frijol, hortalizas y maíz de otoño-invierno; riesgo de deshidratación del polen por altas temperaturas; cosecha en época de lluvias y ciclónica.

Siembras del 15 de junio. 46 por ciento de rendimiento relativo; 130 días a cosecha, aproximadamente; rotación con hortalizas, maíz de otoño-invierno, garbanzo y trigo; riesgo de deshidratación de polen; riesgo de lluvias durante todo el ciclo y cosecha en temporada de ciclones.

A partir del mes de julio, el rendimiento relativo empieza a incrementarse, pero los riesgos del cultivo siguen siendo las altas temperaturas y deshidratación del polen, así como probabilidad de lluvias durante prácticamente todo el ciclo.

De agosto en adelante inicia el período óptimo recomendado para el ciclo otoño-invierno, terminando éste el último de noviembre.

Sin embargo, conviene aclarar que estas consideraciones se hacen para condiciones de clima normal, producto de una evaluación de 10 años, de donde se han tomado las referencias de períodos críticos de ocurrencia de lluvias y ciclones, así como de temperatura.

Puede ocurrir que bajo condiciones distintas a las normales un cultivo de maíz establecido en los períodos considerados como no aptos pueda dar excelentes resultados, pero estará expuesto a mayores riesgos que al establecerse dentro de los períodos considerados como óptimos, a lo largo del año.

Por otro lado, antes de sembrar conviene evaluar cuidadosamente los factores a favor y en contra, considerando no únicamente el maíz sino el cultivo por el cual se sustituirá, tomando en cuenta que las lluvias, ciclones o altas temperaturas también inciden sobre cualquier otra especie de cultivo, aunque seguramente de distinta manera.

Los estudios realizados en el Campo Experimental Valle del Fuerte para determinar los períodos óptimos de siembra indican que mientras el máximo potencial de un grupo de materiales promedió 7.8 toneladas por hectárea en siembras de octubre, en noviembre bajó a 7.6 y en diciembre a 5.3.

Las mismas evaluaciones dieron estos resultados: El 15 de enero, 4.4; el 15 de febrero, 5.2; el 15 de marzo, 5.1; el 15 de abril, 4.1; el 15 de mayo, 3.6 y el mismo rendimiento para el 15 de junio.

Se insiste en que esos rendimientos son el promedio de comportamiento de un grupo de materiales, pero entre diferentes híbridos comerciales hay también diferente potencial productivo.

Por otro lado, la fecha de siembra tiene fuerte influencia en los días a floración del maíz y en la duración de esta función de la planta, durante la cual se determina la producción y en defecto, la posibilidad de comercializar en elote.

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