Entre las enfermedades foliares más frecuentes se pueden señalar las ocasionadas por los hongos que ocasionan manchas en las hojas. Los más perjudiciales pertenecen al género Helminthosporium.
Existen tres especies principales que ocasionan síntomas distintos:
Este grupo de hongos atrajo la atención mundial en 1970 cuando una nueva raza de H. maydis dio origen a una epidemia que causó estragos en los Estados Unidos de Norteamérica sobre híbridos de maíz que poseían el citoplasma androestéril Texas, con pérdidas de producción que alcanzaron cientos de millones de dólares. Los tres hongos a que hacemos mención pueden distinguirse entre si por el tamaño y forma de las lesiones, por las dimensiones extremas de sus esporas y por su diferente distribución geográfica.
Las infecciones iniciales tienen lugar a partir de restos infectados de cosechas o de semillas infectadas. Posteriormente, el tiempo húmedo y las temperaturas moderadas favorecen la diseminación de estas enfermedades. El Helminthosporium maydis prefiere para su desarrollo regiones ligeramente más cálidas que los otros dos. Las pérdidas de producción son particularmente pronunciadas cuando las infecciones tienen lugar al principio de la temporada.
Existen dos razas de este hongo que son capaces de atacar al maíz, las denominadas 0 y T.
Los síntomas producidos por la raza 0 del hongo, conocida desde hace mucho tiempo en países tropicales y subtropicales, consisten en pequeñas lesiones, cuando las hojas son jóvenes, de color ocre pálido, que pueden alcanzar hasta 2 ó 3 centímetros de longitud. Los bordes de tales lesiones, en estado avanzado, son paralelos y están delimitados por las venas adyacentes. Las lesiones contiguas pueden llegar a fusionarse, afectando entonces a una considerable superficie foliar.
La raza T de Helminthosporium maydis ha sido identificada con posterioridad a la raza 0. Ataca principalmente a los híbridos que poseen citoplasma androestéril Texas.
Sobre maíces con otros tipos de citoplasma, la raza T es capaz de instalarse, provoca pequeñas lesiones pero fructifica muy poco y la enfermedad no adquiere el carácter de epidemia. Sobre los maíces sensibles, las lesiones producidas por la raza T son ovaladas y más grandes que las ocasionadas por la raza 0; están, además, rodeadas de un borde clorótico. Cuando las condiciones son favorables, el número de lesiones producidas se multiplica rápidamente y puede ocasionar, en pocos días, el desecamiento completo del follaje.
A diferencia de la raza 0 que solo ataca, en general, a las hojas, la raza T puede atacar a todas las partes aéreas de la planta.
Los daños más importantes son atribuidos, generalmente, al escaldado que se origina como consecuencia del desecamiento prematuro del follaje, aunque en algunos casos puede aparecer también una podredumbre de los granos.
La aparición de la enfermedad se ve favorecida en las zonas templadas (20 a 32°C) y húmedas. Durante el invierno, el micelio y las esporas del hongo se conservan en los restos del cultivo que permanecen sobre el suelo después de la recolección, en las bodegas sobre granos procedentes de mazorcas contaminadas y sobre algunas gramíneas espontáneas. En condiciones adecuadas de temperatura y humedad, el hongo fructifica y las esporas son transportadas por el viento y por las salpicaduras del agua a plantas en crecimiento, donde se producen nuevas infecciones.
Los daños ocasionados por esta enfermedad sobre maíces sensibles han conducido al abandono de los mismos para el cultivo. Se recomienda, por tanto, no utilizar maíces híbridos con citoplasma androesteril Texas. En su caso, son útiles las labores profundas con la finalidad de reducir las infecciones iniciales. La aplicación de productos fungicidas puede efectuarse, al margen de otros tratamientos, en momentos adecuados, especialmente en la época próxima a la formación de la mazorca.
Este hongo ataca solo a las hojas, pudiendo ser en algunos casos responsable de pérdidas de rendimiento por escaldado.
Los primeros síntomas de esta enfermedad consisten en la aparición de manchas de color verde grisáceo al principio, luego pardas, alargadas en forma de huso, que pueden alcanzar 15X2 cm. Las primeras lesiones aparecen, generalmente, en las hojas inferiores y continúan aumentando en número y tamaño a medida que la planta se desarrolla. La enfermedad progresa en sentido ascendente y, si el ataque es grave, puede producirse un desecamiento total del follaje, lo cual ocasiona la muerte prematura de la planta, que presenta un aspecto grisáceo semejante al provocado por la sequía o la helada.
Cuando la humedad ambiental es adecuada, las necrosis se cubren de un fino polvillo negruzco constituido por las esporas del hongo que, diseminadas por la lluvia y el viento, contaminan las plantas sanas.
El ambiente muy húmedo y las temperaturas comprendidas entre 18 y 27°C favorecen el desarrollo de la enfermedad. En tales circunstancias, los ataques producidos en el momento de la salida de la panícula son los que ocasionan daños más graves.
Los métodos de lucha se basan en reducir el nivel de inóculo y retrasar la fecha de los primeros ataques o en disminuir el desarrollo de la enfermedad una vez que ésta se encuentra presente.
Dado que el hongo permanece sobre los restos del cultivo existentes en la superficie del suelo, el enterrado precoz y cuidadoso de los mismos, después de la recolección, disminuye considerablemente la posibilidad de supervivencia del bongo. De igual forma, es importante que las labores durante el cultivo eviten el traslado a la superficie del suelo de los restos enterrados por labores precedentes.
En cuanto a tratamientos químicos, si bien los carbamatos, tales como maneb y zineb, presentan cierta acción para controlar la evoluci6n de la enfermedad, no parece oportuno, por el momento, aconsejar tales tratamientos.
Se conocen factores genéticos de resistencia que se han incorporado a numerosos híbridos y que ofrecen interés para combatir la enfermedad.
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