Ing. Marco Antonio Galindo Olguín
Director de Estudios Económicos del Consejo Nacional Agropecuario
Los días 21 y 22 de septiembre del 2017 fue realizada la décima cuarta edición del Foro Global Agroalimentario en las instalaciones del “Centro Expositor” de la ciudad de Puebla, en el estado de Puebla, siendo esta la séptima vez que sale de la Ciudad de México. Este foro es organizado anualmente por el Consejo Nacional Agropecuario desde el 2004 y en esta ocasión fue realizado con el apoyo del gobierno del estado de Puebla, sede del evento.
El eje de la temática fue “El Nuevo Horizonte para los Agronegocios del Siglo XXI” a partir del cual se profundizó en diversos temas de actualidad en las 3 conferencias magistrales y 5 paneles que fueron realizados; a continuación, se presentan las principales conclusiones que derivaron del desarrollo del programa de este foro.
En lo general, para el sector agroalimentario:
La agricultura debe cumplir con tres ejes principales: a) seguridad alimentaria, b) desarrollo sostenible y sustentable y c) oportunidad económica para el productor.
En México, el sector agropecuario está dejando de ser importante para convertirse en estratégico; las divisas del sector agropecuario son ya mayores a las del petróleo, con tendencia a crecer, dado que México es el país que cuenta con más tratados de libre comercio en el mundo, con acceso preferencial en cerca de 50 países.
Para que siga el dinamismo en el sector, y resolver el gran reto de la alimentación, se deben formar alianzas entre gobiernos, empresas privadas y productores, que permita fortalecer a estos últimos y darles estabilidad, que les facilite el producir más y generar más y mejores empleos. Es así como se debe plantear una estrategia tripartita: iniciativas de los productores, del sector agroindustrial y del gobierno, para ser más eficientes en la producción y aumentar la productividad.
Los subsidios se deben diferenciar entre aquellos destinados a la producción y aquellos destinados al comercio. También debe existir una política diferenciada para los pequeños, medianos y grandes productores.
La alimentación no debería ser considerada como una mercancía, sino como un derecho humano; de este modo la prioridad debe estar enfocada en alimentos más sanos, más nutritivos, y mejor producidos.
Latinoamérica se encuentra inmersa en una recesión global, actualmente presenta bajo nivel de riesgo en cuanto a los principales indicadores macroeconómicos, pero prevalecen otros, como las contracciones económicas, la vulnerabilidad en el flujo de remesas y las barreras no arancelarias al comercio, entre otras.
Las presiones que se esperan en el futuro, como consecuencia de una mayor urbanización, el cambio climático, la reasignación de zonas productivas que repercutirá en los precios, el empobrecimiento de los ecosistemas y la falta de mano de obra especializada, hacen necesario replantear los objetivos de política pública, para que se fomenten en el sistema financiero estrategias que impulsen la inversión privada en el sector agropecuario (incluida la investigación y desarrollo de nuevos productos); que se fomente el uso de portafolios de inversión y que se diversifiquen las exportaciones, favoreciendo el comercio internacional.
Se requiere de esquemas que protejan al crecimiento del sector agropecuario, como los seguros agrícolas, la inversión en capital humano (capacitación), mayor sinergia entre los sectores público y privado, tratando de evitar los subsidios que solo crean distorsión en el mercado, y buscando la integración sólida en nuevos mercados; es importante el uso de coberturas estratégicas en el corto y mediano plazo, basadas en mecanismos de mercado para hacer frente a la volatilidad excesiva.
En comercio, desde el año 2016 los organismos internacionales han señalado acciones de los países que apuntan a un mayor proteccionismo; en ese sentido, México debe dar prioridad a diversificar sus mercados de exportación y disminuir su dependencia con los Estados Unidos, dado que más del 70% de las exportaciones agroalimentarias se envían a ese mercado, por lo que, en el contexto de la incertidumbre que rodea las negociaciones de México con América del Norte, México tendría una gran ventaja si amplía su comercio con otros países, aquellos con mercados grandes o con alto poder adquisitivo.
Entre los retos y oportunidades se encuentran: eliminar o reducir las barreras arancelarias; la necesidad de buscar nuevas alianzas comerciales; buscar ser más eficientes y más competitivos mediante la especialización y la tecnificación; implementar instrumentos de política para disminuir la volatilidad excesiva, así como ser más resilientes y a trabajar bajo incertidumbre.
Asimismo, el creciente comercio mundial de alimentos propicia el incremento del riesgo de diseminación de plagas y enfermedades transfronterizas; para reducir estos riesgos, los países deben contar con sistemas eficaces de detección y prevención, que permitan garantizar la sanidad e inocuidad alimentaria para el comercio nacional e internacional de alimentos.
La dinámica del comercio internacional exige que cada país se haga cargo de mitigar las externalidades negativas (como contaminación biológica y química), derivadas de sus procesos de producción y comercialización de productos agropecuarios; es fundamental fortalecer técnica y científicamente los servicios de sanidad animal y vegetal, profundizar la articulación pública-privada, ofrecer alimentos seguros y hacer una agricultura responsable con el medio ambiente que se haga cargo de las externalidades negativas.
En la búsqueda de alimentar a más de 9 mil millones de personas en el 2050 los productores serán fundamentales para poder cubrir estas expectativas, dado que en la actualidad la tasa de crecimiento de la producción es insuficiente, con respecto a la demanda anual de alimentos. Los agricultores tienen muchos retos: la limitación de tierras, la disponibilidad de agua, evitar la pérdida de suelo, climas adversos, los problemas biológicos ahora más determinantes en la productividad, las negociaciones comerciales que no han logrado el equilibrio entre flexibilidad y compromiso, así como falta de mano de obra, entre otros.
La agricultura está cambiando drásticamente en el mundo; se requiere de innovación tecnológica como: bancos de germoplasma, soluciones químicas, protección de cultivos (uso de drones), tecnología digital, investigación y monitoreo de cultivos. Así las nuevas áreas de oportunidad son: la ciencia computacional, las ventas y compras digitales, la agricultura digital, el comercio electrónico, la agricultura autónoma o de precisión y la inteligencia artificial.
En ese sentido y en el contexto actual, la cadena de valor también debe sufrir cambios importantes, en la búsqueda de integrarse de mejor manera, como un círculo en un sistema de innovación y de gestión de recursos más sustentables, donde se genere mayor competitividad de estos factores para acceder a los mercados y a las nuevas tecnologías.
En la integración de las cadenas de valor se deben involucrar desde los pequeños hasta los grandes productores; se debe producir con mejores tecnologías, y cada actor debe hacer su parte; el gobierno, por ejemplo, debería diseñar e implementar políticas públicas y funcionar como facilitador; lo anterior, bajo un esquema de bajo costo y alta productividad; es necesario identificar como producir, y donde producir, con miras a la vinculación del mercado. El objetivo es que la cadena completa este enlazada; que los productores se integren, así como la agroindustria y, de esa forma, se gane más.
Las cadenas agroalimentarias se pueden fortalecer a través de las políticas públicas, replanteándose la escasez de recursos como tierra, energía, agua y el aumento de la tasa de urbanización, que implica la competencia por la tierra.
Primero hay que reconocer que el cambio climático es un hecho, y está respaldado por la ciencia a través de diversos estudios; derivado de éste se espera que el sector agropecuario enfrente modificaciones en las zonas de cultivo (por el aumento de la temperatura y fenómenos naturales relacionados), variaciones en rendimiento, y en diversidad (lo que traerá problemas más graves de polinización), problemas de agua, entre otros efectos, que pondrán en riesgo la seguridad alimentaria de los seres humanos.
Para contrarrestar los problemas de seguridad alimentaria que pueda ocasionar el cambio climático y mitigar éste, será necesario cambiar los sistemas intensivos tradicionales de producción agropecuaria, por sistemas ecológicamente intensivos que logren maximizar la producción de biomasa, optimizar la biodiversidad vegetal, ampliar los ciclos biogeoquímicos de los suelos y garantizar la seguridad alimentaria.
México, requiere programas de adaptación y mitigación para asegurar la producción de alimentos, ante el aumento de la sequía y la humedad por causa del cambio climático. Aunado a lo anterior si se quiere aumentar la capacidad de producción, la pelea del agua tendrá un impacto vulnerable en lo rural y pone en peligro cualquier seguridad alimentaria; esto además provoca migraciones a gran escala que trae conflictos políticos. La demanda creciente de alimentos, con la restricción de recursos no renovables, hace necesario políticas que aseguren que los ecosistemas sean usados de manera sustentable.
La diversidad de alternativas tecnológicas, como el mejoramiento genético en plantas y animales, que se adapten a los nuevos climas, así como plagas y enfermedades emergentes, al igual que buenas prácticas agropecuarias y gestión hídrica. Se deben integrar en sistemas de producción que sea más prometedores para generar ganancias en el tiempo.
El reto es establecer un nuevo sistema eficiente y buscar el balance entre organización, tecnología, sector privado y sector público, para responder al nuevo sistema de producción y de mercado, enfocado hacia la sustentabilidad y la inclusión social; adicionalmente, las estrategias de innovación se deben orientar también a aspectos organizativos y comerciales, no solo tecnológicos.