A finales de la década de los setentas, el cultivo del frijol estuvo a punto de extinguirse del Valle del Fuerte, a consecuencia de los altísimos daños ocasionados por el chahuixtle, cuya incidencia era inevitable en las variedades criollas de azufrado, pero que entonces como ahora sigue gozando de amplia preferencia entre los consumidores del noroeste del país, especialmente en Sinaloa.
La obtención de variedades tolerantes a esa enfermedad y que a partir de 1980 se empezaron a usar comercialmente, permitió seguir sembrando frijol con buenos resultado.
Sin embargo, el cultivo siempre ha estado expuesto a otros problemas fitopatológicos, como la enfermedad del Moho blanco, también conocida como “salivazo” que se encuentra distribuida en prácticamente toda la entidad, a excepción del sur de Sinaloa, donde muy rara vez se le ha observado como problema a nivel comercial.
En virtud de que las condiciones de alta humedad y temperaturas favorecen su desarrollo, el Moho blanco se ha convertido en un cíclico problema de los cultivos de frijol del norte de Sinaloa, donde precisamente este ciclo está ocasionando severos daños.
La falta de información precisa sobre la enfermedad ha derivado en malas prácticas de manejo de parte de los productores.
Esas prácticas, entre las que se incluye la aplicación de agroquímicos de dudosa eficacia, contribuye a incrementar los costos de cultivo pero no representa una verdadera solución, según lo han reconocido expertos en la materia e investigadores de dependencias oficiales.
Las lesiones provocadas por la enfermedad en el cultivo del frijol pueden presentarse en cualquier parte de la planta como manchas irregulares de aspecto acuoso.
Las vainas, así como los tallos y ramas de plantas infectadas se marchitan, provocando una reducción en el tamaño de la semilla, en caso de que la planta llegue al período de fructificación. Las vainas en contacto con el suelo se infectan rápidamente. El hongo Sclerotinia sclerotium se desarrolla vertiginosamente cuando hay excesiva humedad en la atmósfera -más del 90 por ciento- y temperaturas de 15 a 21 grados C. en la etapa de la planta anterior al período de floración.
Bajo estas condiciones, las lesiones en las diferentes partes de la planta se cubren de una masa de miscelio de color blanco característico del hongo. Posteriormente en el micelio se desarrollan unos cuerpos duros de color negro que se encargan de perpetuar el hongo cuando las condiciones son favorables.
El hongo persiste indefinidamente en el suelo, en forma de esclerocios, por su habilidad para vivir en la materia orgánica. En algunos casos, los esclerocios germinan y forman una estructura semejante a un hongo de copa denominado apotecia que libera cientos de esporas y se diseminan por el viento y el agua y que bajo condiciones adecuadas de humedad provocan una nueva infección en plantas sanas, reciclando el desarrollo del hongo y causando mayores daños al cultivo.
El hongo puede propagarse en semillas, dentro o fuera de ellas.
Como a la fecha no se dispone de variedades tolerantes al Moho blanco, las únicas medidas que pueden tomarse son de carácter preventivo, como las siguientes:
Algunas pruebas de tratamiento del Moho blanco han dado resultados satisfactorios mediante la aplicación de cianamida de calcio, pero ni este ni el PCNB ofrecen un control efectivo del problema, especialmente cuando la enfermedad ocurre en la etapa previa a la floración y formación de vainas y cuando las condiciones de clima resultan muy favorables al desarrollo del patógeno.
Antes de realizar cualquier aplicación, es recomendable que un fitopatólogo experimentado emita una recomendación de campo, en función del cultivo, del costo del tratamiento y de la cantidad de producción que podría recuperarse.
También es importante informarse sobre los pronósticos del tiempo a corto y mediano plazo e investigar los antecedentes de la enfermedad en el terreno donde se sembró el frijol.
Es más factible que la enfermedad prospere en un lote con antecedentes del hongo, que en terreno donde no se había sembrado frijol en los últimos tres ciclos.