El Valle del Carrizo incursionará una vez más en la siembra de soya en verano, en virtud de que es la zona del estado con mayor disponibilidad de agua para segundos cultivos, además de que la incidencia de mosca blanca en los dos ciclos recientes ha sido baja y se cree que no representará un riesgo importante para ese cultivo en la próxima temporada, cuyas siembras se recomiendan para el mes de mayo.
En una reunión con nutrido grupo de productores agrícolas, convocada por la Junta Local de Sanidad Vegetal del Valle del Carrizo, el presidente de este organismo, Ing. Daniel Cervantes Díaz, destacó que en rotación con trigo, la soya se presenta como una buena opción, por sus rendimientos, el precio probable de mercado y la posibilidad de generar trabajo, lo que ayuda a resolver un problema social en esta zona.
Al afecto se organizó una reunión donde personal del INIFAP presentó la información técnica del manejo del cultivo, desde preparación del terreno, fecha de siembra, variedades, manejo de malezas, riegos, plagas y enfermedades.
El Ing. Franklin Rodriguez Cota, investigador de leguminosas del Campo Experimental Valle del Fuerte expuso que a nivel mundial hay una demanda insatisfecha de soya, considerada como el principal componente de las oleaginosas producidas en el mundo, ya que representó cerca del 60% de éstas en 2002/03.
Explica que La producción de las oleaginosas en nuestro país ha registrado desde la década de los ochenta y noventa una marcada tendencia a la baja, que ha dado como consecuencia, una situación de dependencia respecto a las importaciones para satisfacer la demanda de la industria aceitera como la de alimentos balanceados.
La drástica caída de la producción de oleaginosas en México ha provocado que la dependencia del exterior se haya incrementado de 80% en 1994 a 95 % en el 2002; en este último año sólo el 5% de las oleaginosas procesadas en el país fueron de origen nacional.
A pesar de que México es totalmente deficitario en la producción de granos oleaginosos, se ubica en el lugar número 11 en cuanto a la producción de oleaginosas comestibles.
Valle del Carrizo, por sus características de clima, suelos y disponibilidad de agua tiene amplias posibilidades de incursionar en la producción de soya, cuya expectativa de mercado, según fue dado a conocer en la misma reunión ofrece una tendencia similar a la del año pasado, para un precio probable de 7,500 pesos por tonelada.
Con respecto a la tecnología de producción, destacó que al seleccionar el terreno, se deben elegir las áreas de siembra en donde la mosca blanca de la hoja plateada ha sido menos problemática, siendo preferibles los suelos profundos de textura franca y migajón (migajón limoso, migajón arcillo-limoso, migajón arcilloso y migajón arcillo-arenoso), libres o con bajas concentraciones de carbonatos y con conductividad eléctrica menor de 4 mhos/cm, pH 5.5-7.
Explicó que soya es un cultivo que se presta para la labranza mínima que implica reducir los pasos de maquinaria en la preparación del terreno para la siembra, factor que puede determinar mejor rentabilidad, al bajar los costos del cultivo.
Por cuanto a las variedades, explicó que las más recomendadas para la temporada 2018 son: Náinari, Suaqui 86, Cajeme, Harbar 88 y Guayparime S10, siendo muy necesario que el productor verifique el porcentaje de germinación de la semilla para determinar la dosis a utilizar en función de la cantidad de plantas por hectárea que desea establecer.
Dijo que está comprobado que dosis muy elevadas, más de 22 plantas por metro tienden a producir menos vainas y menor granos por vaina, mientras dosis menores ofrecen plantas más vigorosas, con más vainas y granos, por lo que la población ideal es de 15 a 20 semillas por metro para obtener una población de 12 a 16 plantas.
Como un factor muy influyente no solo en el rendimiento sino en la probabilidad de mejor desempeño con respecto a las plagas, mencionó que la fecha de siembra óptima comprende todo el mes de mayo, pero no se recomiendan siembras más tardías por riesgos de clima, principalmente lluvias y más calor que favorecen la presencia de malezas y plagas defoliadoras.
El M.C. Rodriguez Cota subrayó que el deterioro de las propiedades físicas del suelo debido al quemado de la paja y la acelerada preparación del terreno aun húmedo, después de la cosecha de trigo, ha sido identificada como la causa fundamental del amarillamiento o clorosis de la soya. Ambas prácticas favorecen la compactación, lo cual reduce la capacidad de aireación y drenaje del suelo, dificulta la penetración de las raíces y limita la asimilación de nutrimentos. Bajo estas condiciones, la planta sufre alteraciones fisiológicas en el metabolismo del fierro, las cuales se acentúan en suelos ricos en Carbonato de Calcio y Fósforo asimilable, y se agudizan en siembras tardías, uso de semilla de mala calidad, así como aplicación inoportuna del primer riego de auxilio.
Con respecto a los riegos, recomendó aplazar lo más posible la aplicación del primer riego de auxilio hasta los 35-40 días, a efecto de estimular el crecimiento de las raíces y reducir el problema de la clorosis.
En cambio, durante las etapas reproductivas que van desde la floración, formación y llenado de grano, la planta es muy sensible al déficit de agua.
Sin embargo, considerando que la mosca blanca prospera en condiciones de baja humedad relativa y altas temperaturas, el número de riegos impacta directamente a la población plaga. En este caso, el primer riego de auxilio puede adelantarse una semana, si la población de la mosca blanca es abundante.
En Dr. Edgardo Cortez Mondaca hizo una amplia exposición sobre las principales plagas que atacan al cultivo y las condiciones en las que se pueden presentar, así como el daño que ocasionan, centrándose en los casos de Mosca Blanca y Defoliadores, entre los que destaca falso medidor.
Recomendó que en condiciones normales de clima se haga una inspección entomológica por semana, pero al acentuarse calor y baja humedad se deben hacer dos inspecciones por semana y hacer un manejo adecuado de los defoliadores durante la etapa crítica de daño que corresponde a la etapa de fructificación.
El umbral económico para tomar medidas de control químico es de 20 larvas por metro de surco y hasta 30% de defoliación del cultivo, pero al hacer uso de los insecticidas debe hacerse de manera racional, usando preferentemente insecticidas biorracionales, rotación de insecticidas y aplicación oportuna y efectiva, destacando la necesidad de impulsar un control biológico por aumento mediante liberación de crisopa y avispita tricograma, al detectarse la presencia de huevo y larvas pequeñas de gusanos.